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Un buen relato no se hace sólo con palabras. Las sugerenciasn lo que se formula entre líneas, los sobreentendidos, son a veces tan importantes como lo que está expresamente dicho. Un buen relato necesita del silencio, de palabras y frases que el narrador se guarda con toda intención.
Borges decía que el género policial había creado un tipo de lector particular. Un lector desconfiado, cargado de dudas y sospechas, que busca una historia oculta y se plantea como una especie de opositor beligerante frente al relato del narrador. Ante una frase como "En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme", decía Borges, ese lector seguramente pensaría que la acción transcurre en realidad en otro sitio y que si el autor no quiere acordarse del nombre debe tener razones inconfesables para semejante olvido.
La descripción es paródica, pero de todas maneras podría aplicarse a la actitud del propio narrador en su trabajo. El lenguaje no es un recurso inmediatamente disponible sino más bien un problema, y un desafío.
Un narrador cree, necesariamente, que sea un instrumento de expresión; en todo caso, no cree que esté dado de forma natural. que no haya que distanciarse de las expresiones que sancionan lo supuestamente normal y aceptado y poner entre paréntesis, los énfasis, la sobrecarga de adjetivos y las frases estereotipadas, esos lastres que desgastan a las palabras y las vacían de sentido.
Se es escritor por cuestión de elección y ordenamiento de palabras, decía Horacio Quieroga. Y también por el rechazo, por lo qye se resuelve no decir, por las intervenciones que disuelven los lugares comunes, por los rodeos con que se pone en suspenso al lector.
El arte del narrador consiste en seguir con las palabras lo que parece un desvío, el camino más largo, y que sin embargo conduce donde los usos corrientes nunca llegarían; y en no hacer ningún alarde de ese saber.

Osvalo Aguirre.

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