Quiero que sea verano, aunque no lo crean, extraño el inmundo verano.

Extraño viajar, andar a caballo, ir al casino, salir absolutamente todos los días a cualquier hora sin excepcionar ningún momento a menos que haya sido planeado. Extraño las fogatas y los juegos que jugábamos en las calles con mis primos y amigos hasta altas horas de la noche, extraño contar historias de terror, tomar helado absolutamente todos los días y a cada rato pidiendo siempre el mismo sabor, pasar horas y horas en la piscina hasta quedar como pasitas de uva. Extraño el olor a navidad y el de año nuevo, los fuegos artificiales, el amor en todas partes y esas eternas caminatas que llevaban a destinos inciertos. Mezclarme con la naturaleza en cada micro-segundo de existencia me hacía tan bien. Extraño sentirme libre, feliz, completa, extraño sentirme como una niña llena de vida, dormir en el patio en la antigua pero bellísima casa de campo y ver infinita cantidad de estrellas que con su luz hacía que la noche más oscura, pareciera un hermoso día.

Extraño las vacaciones de verano, la inocencia, la picardía y todo lo que abarca.