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Here I'm, once again.

¡Hola! Estoy de vuelta y como ya le conté a un par de personas, estoy con energía renovada. Me sirvieron mucho las vacaciones, cambiar de aire, armar una rutina imprevista, la gente, la playa, las caminatas matutinas, la comida chatarra... ¡Mamma mía, LA COMIDA CHATARRA! JAJAJA.
Me fui con mi hermana, mi madre y mi abuela. El primer día llegamos y dormimos, estabamos muy cansadas y las camas eran demasiado cómodas como para resistirse. Nos levantamos, hicimos un par de compras y volvimos a dormir. Sí, increiblemente yo, estaba durmiendo.
El segundo día fue el mejor. El segundo día fue catorce de Febrero, un día normal al que mucha gente le da demasiada importancia. Eran las once de la mañana y ya estábamos en la playa. Nos acomodamos entre la cuarta y la quinta bajada, en el medio de dos bares. El mar estaba lejos, la marea recién empezaba a subir. El día fue tranquilo, no había mucha gente, Amelia ya había hecho sociales y yo ahí, sentada sola tomando tereré y fumando mientras mis ojos se posaban en una enorme masa de agua salada que cada vez estaba más cerca. Me recosté en un no sé qué y me puse a tomar sol, (sí, algo me broncié). De un momento a otro me levanto, sentandome y mirando directamente al mar, y fue él lo primero que ví.  No sé como ni porqué, tal vez fue una fuerza superior o una simple brisa, pero sentí un escalofrío y sin quitarle la vista al muchacho, le dije a mi madre y a mi abuela quienes me miraban como si estuviera loca 'Me enamoré' enseguida les hice una seña con la mirada y lo describí como si lo huebiese visto durante horas o si lo conociera desde toda la vida. El sol le golpeaba la espalda y parecía un dios que había aparecido ahí, sin más, sosteniendo unas reposeras y en busca de un lugar, y adivinen... encontró lugar a unos pasos de donde estábamos nosotras. Mientras sus amigos se encargaban de encarar a toda mina que veían, él se sentó a leer un libro. Eso fue lo que me convenció de que él era una especie de amor platónico de verano. En fin, el segundo día fue mágico y todavía me acuerdo las catástrofes que causaban nuestras miradas cuando chocaban.
El tercer día no recuerdo que pasó, pero sé que lo ví. El cuarto día, así como llegamos, nos fuimos de la playa, el cielo amenzaba con tormenta y ninguna quería resfriarse ni nada por el estilo. Llegamos al departamento y nos quedamos ahí hasta las ocho de la noche más o menos, que fue cuando decidí salir en busca de algo que sigo sin encontrar y que ni siquiera sé que es... mi abuela se enganchó en mi plan y bueno, salimos las dos a dar un paseo... tranqui. Compramos chucherías, comimos algodón de azucar y tomamos jugo de naranja exprimído en un bar al que yo le había tomado una especie de aprecio. ¡Tenía los jugos más ricos! Vimos que se acercaba una tormenta y decidimos volver a casa, pero en el camino frenamos para ver a unos chicos que hacían chistes y demás. Empezó a lloviznar y nosotras emprendimos viaje otra vez. Hicimos un par de pasos y quedamos empapadas de pies a cabeza, se había largado el chaparrón. Cayó piedra, se cortó la luz, el viento prácticamente nos volaba y nosotras ahí, caminando por la calle JAJAJA fue genial.
El resto de las cosas no las recuerdo en orden, pero hubieron caminatas matutinas en la playa, jugos de naranja recién exprímidos cada noche y daikiris gratis en el bar de la quinta bajada. Sí, otra vez ligué sin querer na conexión en un bar. El chico se hacía el lindo y le salía bastante bien. Una de las tardes de playa fui al bar para comprar licuado y terminé tomando daikiri de frutilla y con una especie de nuevo conocido. El chico tenía un aire a Jared Leto cuando era joven, todo un galán. No pasó más de un par de charlas y tragos compartidos, conozco a los que trabajan en lugares así y no quería tener nada que ver con ellos. La pasé realmente bien, no hubo tiempo para enojos, mañas, caprichos  ni todo eso que incluye a veces mi rutina. Fueron unas vacaciones espectaculares, disfruté mucho cada segundo y sirvió demasiado.

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